Yin y Yang, los polos de la unidad

Yin y yang, los dos polos de la unidad

El concepto taoísta del yin y el yang está estrechamente relacionado con los de vacuidad y no dualidad, característicos tanto del taoísmo como del budismo o el vedanta advaita hindú. Lo manifiesto y lo no manifiesto son la expresión de una misma cosa, el Tao, que se revela en el mundo fenoménico bajo mil apariencias distintas. Pero, para la filosofía del tao, hay una manifestación primaria y esencial que es inherente a todas las cosas: la del yin y el yang, aparentemente opuestos pero en absoluto contradictorios. Son la expresión de un mismo fenómeno, con el añadido de la dimensión espacial y temporal, porque justamente el yin y el yang significan eso: movimiento y cambio permanente, aunque buscando equilibrio y evolución de algo que es único e indivisible.

Un concepto ancestral de la cultura china

La noción del yin y el yang es antiquísima en la tradición china y, aunque el concepto ya se empleaba al menos desde el siglo VIII a.C, son los autores clásicos del esplendor del taoísmo, especialmente Lao Tzé y Chuang Tzé, quienes lo dejan perfectamente definido y lo convierten en uno de los conceptos esenciales de la filosofía china y de todo su entramado cultural, extendiéndose incluso a los pilares de su medicina, basados en la interrelación de ambos fenómenos.

La polaridad de la energía

El yin y el yang son los dos polos de la energía cósmica o universal, representando el yin la cara menos soleada de una montaña y el yang la vertiente sur y más soleada. Lo yang y lo yin son los extremos en los que se manifiestan las cosas, y están asociados a lo masculino (yang) y lo femenino (yin), al día y la noche, a lo fuerte y lo débil, a lo externo y lo interno, al cielo y la tierra, al sol y al luna, a la luz y la oscuridad, y así con mil relaciones más que van desde lo más elevado a lo más terrenal: el estómago es yang, el corazón es yin, por ejemplo. Esta polaridad no significa enfrentamiento o lucha de polos irreconciliables, sino la simple manifestación cambiante de algo indivisible. El invierno, yin, es el anticipo del verano, yang. O al contrario, el declive del yang del verano, con la llegada del otoño, con un mayor componente yin, es la antesala del máximo yin del invierno, por lo que se refiere al ciclo de las estaciones.
El juego de estas relaciones se denomina “hsiang sheng”, que incide en la relación permanente de lo que es inseparable, invitando a no perdernos en las apariencias. Como dice Lao Tzé, en el “Tao Te King”:

   Cuando todo el mundo reconoce lo bello como bello,
Esto en sí mismo es fealdad.
Cuando todo el mundo reconoce lo bueno como bueno,
esto en sí mismo es malo.
Ciertamente, lo oculto y lo manifiesto se generan el uno al otro.
Dificultad y facilidad se complementan entre sí.
Lo largo y lo corto ponen de manifiesto a su contrario.
Alto y bajo establecen la medida mutua.
La voz y el sonido entre sí se armonizan.
El atrás y el delante se suceden mutuamente.*

Es el juego de la vida en constante transformación, evolución y cambio. Los movimientos del chikung se ajustan a estos flujos cambiantes del yin y el yang, buscando su armonización en todos los niveles de nuestra existencia, desde lo físico, a lo emocional o espiritual. Persiguen la vuelta a un equilibrio perdido, la restauración del devenir natural de ambos polos en todos los sistemas del organismo. De esta forma retornaremos a un estado original de plenitud y bienestar, que sintoniza de forma armónica con el fluir de la vida.

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* Tao Te King, Lao Tsé, ediciones Edaf, 2011, Versión de John C.H.Wu; traducción de Alfonso Colodrón.